viernes, 23 de diciembre de 2011

Una tarde escuché...

A: ¿Dónde está?

H: La perdí hace mucho. Se la di a alguien que la llevó en su regazo durante mucho tiempo hasta que sin más, un día cualquiera, la despreció. La lanzó lejos y cayó desde tan alto que quedó en mil pedazos.

  

Es una de esas tardes cualquiera en las que esperándole, sola y con un café entre las manos, comienzas a prestar atención a las voces desconocidas de la mesa de al lado.


H: Bueno, no sé…quizás un poco cegada, pensé... “todo el mundo se equivoca”... y perdoné el error. Intenté recomponerla, pieza a pieza, pero fue inútil y la dejé como estaba. Y claro, así era totalmente inservible, al final no me quedó más remedio que abandonarla. Creí que tarde o temprano podría tenerla de nuevo, que la encontraría en otro sitio, pero con el tiempo y al no hallarla perdí la esperanza e intenté convencerme de que no la necesitaba.

A: Pero ¿cómo no vas a necesitarla? ¡Si es la base de todo! Sin ella no conseguirás nada.

H: Lo sé, lo sé y es verdad que ha sido difícil… Antes siempre acababa sufriendo, teniendo la sensación que nunca iba a salir bien, pero ¿sabes qué? Ahora las cosas han cambiado porque conozco mis errores y he aprendido que desde el principio mi gran fallo fue ir en su búsqueda.

A: Hiciste justo lo que tenias que hacer, buscarla ¿no?

H: No, porque ha sido ella la que me ha encontrado a mí.

A: ¿Cómo? ¿Que te ha encontrado? ¿Ahora resulta que ella vino a ti? Tanto tiempo sin encontrarla y ha aparecido sin más… ¿dónde está? Más que nada para saberlo para la próxima…

H: No creo que haya próxima, ésta la pienso cuidar muy bien, y lo único que sé es que estará donde menos te lo esperes. Aunque…bueno… si te soy sincera no es que aparezca por sí sola, simplemente alguien vendrá a ofrecértela, dispuesto a regalártela.


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